domingo, 5 de enero de 2014

La noche de un día fatídico.

No existe nada
solo el anhelo de soñar
verte a vos
y saber cómo hacer
para quedarme siempre allí
y nunca más volver
A.D.R.B. (en busca eterna)

Una sensación de escepticismo invade la noche. Nostálgicamente fumo mi pipa y recuerdo el grato y sencillo sabor  del pasado que con una rebosante -pero no demostrable- alegría, me hace añorar con ansias esos días. Pero el frío es insoportable, y se vuelve aún más pesado al notar las ausencias de los que se adelantaron. Entonces, pienso que el mundo funciona de formas raras. No existe edad para irnos de este plano existencial, ni tampoco sabemos en qué momento llegarán las personas que nos alegraran la vida por un rato.

¿Por qué te vas? ¡Regresa!, reclamo con cierto egoísmo. El miedo a la soledad no tiene límites. Algunas ausencias no las asimilo por completo. Pero de algún modo sé que a donde hayan ido –si es que existen otros lugares mejores que este- , siempre se mantendrán vivos en mis recuerdos. Nadie muere por completo realmente. Podemos ser inmortales.

Se apaga de nuevo la pipa. El cielo está estrellado y el frío se porta bravuconamente conmigo. Las fotografías hablan por sí solas a tan altas horas de la madrugada. La humedad ha borrado algunas caras conocidas. Desearía verlas una vez más frente a mí, pero son deseos incumplibles. Por un momento no logro reconocer a nadie, pienso que la vida hay que tratarla como una mentira continua y entonces, una pequeña voz me dice quiénes son. Tantos años vividos y algunos fueron perdidos. Camino de un lado a otro y enciendo de nuevo la pipa. Escucho el crujir del dulce tabaco quemándose y lo saboreo. Escucho que me hablan y entro al instante.

-¿Ya te avisaron?- dice ella.
-¿Avisarme qué?- le contesto distraído.
-Falleció, me acaban de avisar.

Fue un golpe inesperado. Brotan más recuerdos y de alguna forma sé que las cosas ya no serán iguales. Ellos siguen hablando del pasado en la cocina y yo espero por un momento de silencio. Todo parece indicar que va a ir para largo.

Me siento ligero, siento que el aire me arrastra de un lado a otro, veo al cielo y me pregunto dónde está la luna. Me pregunto si alguna vez nos pensarán tanto como nosotros a ellos. Estoy siendo arrastrado al vacío y ya no siento el piso. Las estrellas comienzan a caer del cielo. Un globo de cantoya cae a mis pies. Una comezón nerviosa baja por toda mi espalda y se siente como si me picaran con miles de agujas recién afiladas. Todo ha quedado en silencio. Ya no existo, no soy nada. Me veo a mi mismo fumando en la banqueta y digo: ¿qué quieres darme a entender? Nadie responde. Caigo bruscamente, vuelvo a existir. Una sensación de escepticismo sigue invadiendo la  noche. El tabaco se ha acabado, el frío sigue golpeándome. Una sensación de amargura invade mi paladar y mi lengua se ha paralizado.

[Alan P. O'Hara]