domingo, 1 de julio de 2012

El color del Agua

A Brizeida Hernández Martínez 

El día se terminaba, la puesta de sol era de lo más común. El cielo se tornaba color anaranjado con ese común color purpura desapareciendo hacia lo negro dándole ese chance de brillar a las estrellas que no se dejan ver durante el día. Ella subía rápidamente las escaleras hacia su apartamento, soltando una apenas perceptible ráfaga de aire que levantaba su cabello y su vestido. Algo le apuraba por llegar, eso se veía en su angustiosa cara. Tras el último escalón del cuarto piso, se encontraba parada frente a la puerta con la llave en mano, a punto de abrirla. Sabía que algo iba a pasar, presentía que al abrir la puerta la esperaba algo o alguien con ansias. La puerta se había atorado, como si una gran fuerza impidiera el acceso al departamento, como si realmente tuviera vida y le impidiera entrar por alguna razón. Entonces ella tomo fuerzas y empujo la puerta hasta casi azotarla. Comenzó a salir un chorro de agua. Todo estaba mojado, húmedo. Las goteras no dejaban de salir del techo. Pareciera que llovía adentro, un chubasco sin sentido ni control. Ella entro con una angustia, con desesperación de ver ese escenario que no tenía razón de ser. El nivel del agua era algo bajo, apenas y medio centímetro de altura. Camino entre los chapoteos dirigiéndose hacia su cuarto. Entre sus pies unos peces grises que parecían ser inofensivos pasaron nadando rápidamente. Ella se espanto por el sentir de sus escamas sobre su piel, confundiéndolos con alguna criatura mortal, con algún ser extraño que le carcomiera su carne. El nivel del agua seguía subiendo, todavía goteaba del techo, un goteo desesperado que salía de la nada y parecía nunca acabar. El sonido del choque de las gotas contra el suelo no dejaba escucharla pedir auxilio, ni la dejaban pensar en lo que pasaba. Un tronido macabro se escucha de repente, como un rompimiento de paredes. Ella seguía caminando con un gran miedo, pero nada le impidió seguir caminando y empaparse. Su cabello estaba tan flácido y pegado en sus mejillas, su vestido blanco con flores rojas y guindas se había pegado a su piel.  De repente paro de gotear, y ella se detiene a mitad de la sala. Se le ocurre pasar por la cocina, algo le llamaba desde ahí, era como si una voz en su interior le dijera que tenía que desviarse hacia la cocina. Un brillo particular salía desde el fondo, colores resaltaban hacia el techo simulando un espectral espectáculo de las luces del norte. Sus ojos comenzaron a mostrar un brillo hermoso, una sensación de alegría interna. Una gran sonrisa se dibujo en su cara, una sonrisa placentera. Su temor se había calmado. La luz la llamaba por su nombre. Quedo hipnotizada y con ganas de tocarla, con ganas de nadar al fondo para tocar con su mano todos esos colores que le alegraban. Al momento de agacharse y tocar las luces, un gran pez que parecía una carpa gigante de lagos salvajes le tomo por sorpresa mordiéndola. El gran pez contenía una escamadura colorida, un arcoíris en su cuerpo, colores que se transformaban en extrañas luces. Ella gritaba del dolor, pero el pez no la soltaba, la jalaba hacia el fondo. Ella se resistía a ser atrapada. Entonces el pez comenzó a emerger de las profundidades. Las escamas coloridas comenzaron a convertirse en plumas con la misma coloración. Su cuerpo emergente era el de una gran ave, un gallo que extendía sus alas, pero su cabeza era la de un gran pez con una mordida salvaje. Al momento de levantarse, alza a la dama y la arroja al aire haciendo que choque contra el techo solamente para terminar devorada de un solo bocado. El gran pez con cuerpo de gallo había satisfecho su hambre al fin. Comienza a cantar como un gallo al amanecer. De repente de entre su canto se escucho un esputo estruendoso. Los ojos de la criatura comenzaron a secarse, mostrando solamente un gran vacío en su mirada. Los colores hermosos de su plumaje y escamadura comenzaron a palidecer, matando todo lo vivo. Una putrefacción ataco a la cabeza e inevitablemente fue corriendo hacia lo demás. Todo se volvía gris, un líquido grisáceo. La criatura comenzó a derretirse, dejando poco a poco un rastro encharcado. De entre todo ese líquido comenzó a salir ella, embarrada de materia gris. Una gran luz sale de la nada creando un radiante calor que comienza a secarlo todo. El agua acumulada comienza a evaporarse, los peces grises se volvieron polvo, la humedad de las paredes comenzó a desaparecer y por las ventanas solamente se asomaba la luz de la luna. Estaba acostada en el suelo de la cocina en posición fetal, iluminada por aquella plateada luz. Despertó al poco rato de lo sucedido. Todo estaba normal, como si nada hubiera sucedido, como si solo se tratase de un sueño cuyo momento dormido ignoraba. Al final lo que haya sucedido, nadie le creerá. 

[Perry O'Hara]