viernes, 17 de agosto de 2012

Sobre la cornisa.

Fue una larga semana la que transcurrió. De nuevo es viernes y realmente no se si alegrarme. Lo mas probable es que me quede en casa a escuchar las incoherencias y exageraciones de aquellas bocas mentalizadas por la basura televisiva que les ha lavado la cabeza y metido miedo, como suele hacer ese aparato infernal. Últimamente he sentido de mas esta soledad mientras me siento sobre la cornisa  mirando a todo el mundo pasar como si nada importara, como si nadie mas existiera. Los veo huir del temporal que parece no cesar, que no deja salir a nadie de su guarida. Ahora veo de otra manera esta realidad y todavía no me ha dejado de marear ni de disgustar completamente. Por un momento me aburren los verbos beber y fumar, pero eso no ha evitado que los siga practicando como es lo usual. 
Todavía creo en el acomodo de las situaciones. El problema es que parece nada se acomoda a mi actual situación. ¿Sera la condena de mis acciones la que evita que todo esto salga de la mejor manera, o simplemente he esperado demasiado de ello, creando que la decepcionante realidad me golpee mas duro? Todavía sigo en las nubes, esperando responderme a esas dudas que tanto me castigan al dejarme sin dormir por momentos. 
Me desespera seguir viendo a la mediocre multitud festejando orgullosamente por una insignificante medalla de oro que no vale la pena, al contrario, solamente es una enajenación de la mente. Por un lado los mexicanos ganamos una jodida medalla mientras por el otro lado ya andan chingándonos con gasolinazos y aviones y una que otra imposición. Pero eso que importa, una medalla de oro nos ha unido de nuevo y eso es lo que cuenta. ¡Aunque nos jodan a todos, ganamos una medalla de oro! 
Pero que importa, yo sigo mirando solitario en la cornisa a esos pobres incautos que no dejan de festejarle esa victoria a esos once que los convirtieron en semidioses. Y yo sigo solo de nuevo, arreglándomelas para no caer de donde estoy sentado, acompañado solamente de una cajetilla de cigarros y un vaso con algún licor desconocido, mientras la lluvia no para de molestar a esos imbéciles, cosa que me tiene sin cuidado.

[Perry O'Hara]